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Mostrando entradas de noviembre, 2020

Anagapesis

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Habría puesto la mano en el fuego por ti, pero me tomaste del brazo y me arrastraste a tu infierno. Te presentaste como un alma condenada más, fingiendo un papel que no te representa: tú siempre has sido la cadena. Quise creerte y me forcé a cerrar los ojos para hacerlo, yo, que siempre había sido la niña curiosa con dificultades a la hora de dormir. Más insomnio que legañas, y más sueño que ganas de conciliarlo. A día de hoy, tengo un trauma inscrito a tu nombre. Pero a ti ya no te tengo, si acaso alguna vez lo hice. Y siguen concibiéndote quienes no te conocen como la máscara que portas: bondad. Mas, eres la daga que sigue clavada en la fe ciega de quien quiso adentrarse en un mundo que no le correspondía, el tuyo. Y la venda en los ojos sigue sin cobijar mis heridas para que encuentren consuelo de una vez por todas y olviden que fuiste tú quien nos arrastraste. Al desprecio. Sabes bien que siempre tiendo una mano a quien más la necesita, y que atiendo a los demás como nunca lo hice ...

Hiraeth

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Te escribiría tantos poemas como días tiene el año, y ni el beso más sincero de amor lograría resolver el daño. Como un puzle donde las piezas componen un laberinto, y debo asumir que tú no te encontrarás a la salida. Que entraste sin llamar a la puerta, porque nunca me habría atrevido a poner trabas a tu entrada. No fuimos de cuento, pero tal vez sí de enciclopedia, porque a ver a quién le da con quinientas páginas para explicar todo aquello que nunca nos atrevimos a decirnos. Entiendo que no me quieras: yo tampoco me tenía en consideración cuando más feliz fui y no lo sabía. Ahora bien, no lo respeto. No voy a permitírtelo cuando he hecho todo lo posible por merecerte y ni siquiera quieres verlo. Que mis labios no son sino otra vida más que reclama tu auxilio; que el amor es vida, y me estás matando. Y te lo echo en cara aunque no dé la cara, pues acepto que nada va a cambiar la situación. Si el contexto tiene más de metáfora que de anécdota, y no es justo para la historia que durára...

De cuando el amor se vuelve veneno

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Me coso los labios porque las cremalleras se abren, y no sé qué hacer ya con este hilo que se suponía que nos conectaba. Que mi amor es solo una tela deshilachada que sigue reclamando tus agujas, aunque duelan. Que no diverges de matar el veneno con aumentar la dosis de lo mismo, y hace tiempo que me hablan de drogadicción y reproduzco “rutina”. Como un cassette roto que sigue dando vida a tu voz cuando llega la noche. Pero también de par de mañana, cuando ganas la carrera de convertirte en el primer pensamiento y en la última duda. Si es que me dejas el alma prendida en llamas y reclamo leña, pero mis ojos siguen siendo mar y no colaboran. Evidentemente, solo quiero tu abrazo para encontrarme, pues empiezo donde acabas y lo sabes; donde acabas conmigo. En un final abierto donde todo apunta a que acabarás sin mí. Y tú tan feliz, como si no nos estuviéramos consumiendo. A pesar de que no recuerdo que llegáramos a producirnos más allá de mis ansias. Que son lanzas y son cuerdas, y me mat...

Venus

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Recuerdo que aquella tarde me llegaste con el pelo recién cortado. Te disculpaste por haberles hecho eso a tus rizos, porque sabías que me gustaban; y yo no pude sino negar con la cabeza y sonreír. Me gustabas así, pero también antes y, en conclusión, me gustarás siempre. Es que te disculpaste permitiendo que asomara un hoyuelo que ya de por sí anticipaba tormenta. Y, en ese preciso instante, las nubes y el cielo tronando me dieron la razón. También rugían los leones de mi estómago, y eso por no hablar de las mariposas en el corazón. ¿Cómo lo haría para atreverme a olvidarte si fuiste tú quien me ayudó a olvidar el daño que ayer me consumía? Y es que caminabas con un desgarbo que poco entraba en sincronía con tu disposición a alcanzar todas y cada una de tus metas, dando pequeños saltitos como el niño emocionado que sabe lo que se viene. Y lo que se venía era yo: el caramelo de un desconocido que sí te habrías atrevido a probar, pese al intento desesperado de tu madre por advertirte al...

Atazagorafobia

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  Sé bien que cuando asocio una canción a una persona, esta pasa a formar parte de mi corazón hasta la eternidad. Es una afirmación tan certera como que del corazón ensangrentado nace el latido, y que este llegó a hacerlo por ti. Ahora entiendo que si puedo decir que te guardo cariño, es porque te he querido, y no recuerdo haber llegado a admitirlo hasta este preciso instante, cuando se supone que el sentimiento ha apaciguado. Pero es que es típico de poetas hacer asunciones sin prestarnos a verificarlas. Por miedo, o amor a la deriva. Llámalo como quieras. Yo me refiero a ello como "excusa", tal vez lo disfrace de "metáfora", pero no cesa de ser lo mismo de siempre: perder a alguien más que no recuerdo haber conseguido. Si es que "Coaster" lo dice muy claro: "quizá no fueras el indicado para mí, pero en el fondo quise que lo fueras". Una montaña rusa de emociones para la que nunca pediste un ticket, y así es que el viaje me lo llevo yo. Que no e...

Komorebi

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  Odio tener que echarte de menos. Me desespera mirarme al espejo y no reconocerte en el brillo de mis ojos, que no me agarres la mano cuando te asustas y que ya no me pidas consejo cuando la vida no te va del todo bien. No sé cómo pedirte que vuelvas porque, a fin de cuentas, fui yo quien no te supo mantener a su lado. No obstante, la retórica aviva el sentimiento y acabo por ceder a este bucle del que no estoy segura de querer escapar. Ojalá algún día seas capaz de verlo, tú también.  Tienes los ojos más bonitos que el silencio ha acogido en un llanto, y una sonrisa que nace de un espíritu tan puro, tan etéreo, que es más transparente que traslúcido. Pero no te preocupes: tú nunca pasarás desapercibida. Si en el corazón encierras una mina de verdad, y tus labios se niegan a colaborar en la explosión por la bondad que escondes dentro. Como un ángel que no encontró su sitio en el cielo por saberse demasiado amable como para relegarse al papel de observar desde arriba. Justo co...