5 de septiembre

Desprendía un aura verde tan esperanzadora como su mirada al alentarte a nunca rendirte (sin saber que él era todo motivo de mi rendición, a sus pies). Que no era desdentado, pero se sentía así cuando gateaba hasta mi trono como si hubiera sido yo su séptima vida y hubiera perdido todas las anteriores, por ello se refería a mí en singular (que ya no existían todas ellas que habían sido lo mismo que yo, pero antes y sin ser la única que restaba): mi vida. Le escribí poemas a su imagen y semejanza por si en su camino de vuelta a casa necesitaba algo familiar, pero eran míos y lo conducían hacia mí, porque nunca quise verlo desamparado -a mi parecer- entre otros brazos. También ahí pequé de egoísta. Había crecido en una maceta pequeña que no le permitía crecer más allá de las limitaciones de otros, y yo lo enterré en un campo verde pero árido en cuestión de amor. Y fue ahí donde fracasé: justo en sus expectativas. No obstante, seguía dándome la vuelta esperanzada por si él, que siem...