Deseos que las fugaces no pueden cumplir

Lloré hasta que me dolió más la cabeza que el corazón. Bailé con otros el vals que siempre tarareabas. Sabes bien que la sucursal de mi corazón pendió del tuyo (y no te hablo de dependencia, porque los hilos rojos en esencia penden), y yo me prendí de la llama insaciable de un amor que no me pertenecía por ser de ti. Quizá esto explique que necesitara aferrarme a sinónimos por haber perdido la noción del significado al irte tú. Ahora me preguntan bocas con dientes de más (pues nunca contaron con tu valentía en caída libre hacia abismos de mi ausencia) por aquel que llevo tatuado bajo la piel y, aun así, sigue destacando más que mis propias cicatrices. He de admitirlo: soy lo que él hizo de mí, soy su producto y, a la vez, lo que se dio y ya no se quita. Soy independiente en cuanto a la vida que propició la mía cuando yo no la quería. Ahora la quiero, y a su recuerdo, aunque a él lo desconozca en presente. No obstante, pretendo que nunca olvide que su lenguaje no verbal sigue diciéndome...