Apatía crónica
Hoy no me apetece. Te diría que te echo de menos, que he dejado a medias cien mil borradores por miedo a terminar algo que puedas leer, que la vida es ambigua pero tú y yo somos uno. Pero es que, de verdad, no me apetece. Llevo unos días sentándome frente a esta pantalla que vislumbra rutinariamente mis emociones, que me entiende mucho mejor que tú, y sin siquiera esforzarse. El reconocimiento facial transcribe, desde ayer, que no me reconoce. Que no miro igual. Que ya no me brillan los ojos. Entiéndelo. Tenía que comenzar esta despedida con una breve explicación que haga más leve el golpe que se viene ahora. Ya está. Te estoy dejando de querer. Lo descubrí ayer, cuando no pensé en ti hasta que me he despertado hoy, y mi rutina somnolienta ha hecho que me visites, siempre por la noche. No podía ser de otra manera. Tú y yo nos veíamos mejor a oscuras, pudiendo desplazar cualquier sentido que no nos hiciera falta, para sentirnos solo en la denotación primaria de la palabra. Mis amigos ya...