No te culpo




Sabías a victoria; sabías a victoria aun con la certeza de quien se sabe perdido. Bailabas bajo la lluvia, arrastrabas tus pies -como hace el poeta con la pluma- al compás de cada latido. Encendiste mis sonrisas y diste valor a cada una de mis inseguridades, porque supuse que si las señalabas, era para que aprendiera a trabajar en ellas. Sin embargo, a la luz del alba, simplemente las acariciabas. Y me enseñaste a conformarme.

Con esto no quiero decir que fuera tu culpa. Fuiste como los servicios sociales que te derivan a un especialista, porque tu problema no encaja en el abanico de su área, y mi problema eras tú. De hecho, puede que tu caso tuviera más que ver con el desinterés que con la incompetencia. No obstante, créeme: no te culpo.

No te culpo porque señalarte me derivaría al rol de acusador, y la verdad es que ya no hay juicios que valgan. No te culpo porque tu mayor penitencia, y esto es algo que aún no sabes, será haberte ido. No te culpo porque no vales el tiempo que perdería haciéndolo, y yo no merezco la espera.

Pero lo que es aún más importante: no te culpo porque me retractaría al papel de víctima, admitiría así que tu huracán de emociones mereció cada uno de los daños que provocó en mí. Aunque aún duelas.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Recitando en la cuerda floja

Los latidos que contuve disimulando que me mirabas

Un sueño en la chistera