Los papeles que se nos cayeron al llegar el otoño





Muda su piel la naturaleza al ser sacudida por el otoño. Se reinventa como una serpiente, que sigue arrastrándose por todos los confines del mundo donde alguna vez hubo verano. Trata de olvidarse del calor que le otorgaba aquella primavera de los ojos almendrados, de aquel sofoco que trajo consigo el estío y de que algún día regresará el invierno que tanto la dejaba helada. Permite que sus brazos bailen al compás de la brisa, que se le caigan las hojas o los esquemas con las prisas. Que lo que ayer fue llamarada, hoy se torne ceniza.

Y solo entonces, se escuchan sollozos bajo los escenarios que alguna vez llenaron de aplausos corazones con más sangre que cordura; y aún se atan lazos en pro de la fortuna por si algún día regresa aquel que te hizo creer en ella y te abraza. Pero cualquier poeta de poca monta, podrá confesarte que es el ambiente otoñal el único que propicia su poesía, y yo te confieso que también fue así tiempo atrás con la mía. Que las montañas se burlan de nuestros aires de vuelo cuando aquellos que amamos aún nos contemplan, y aseguran que nadie derrocha libertad mejor que ellas. Pero siempre les llevo la contraria, porque yo creí firmemente en ti, sin llegar a considerarme tuya.

Qué curiosa la tierra que nos da vida, y a la que nos debemos al perecer. A veces, me pregunto si también nos sintió nacer; si para ello sobornaron pedazo tras pedazo de su piel. Que recurra en los juzgados celestiales que fuimos suyos una vez; que nos mire con cariño, que aún nos mire quien nos pudo ver. Pero que nunca olviden que antes que el amor, nos hizo la fe; que fehacientemente espero por el día que decidas que era la tuya, mi hiel; que nunca la naturaleza habría podido entender aquello que expresamos en silencio, por si se encelaba ella también.

Muda su piel la naturaleza. Yo me quedo muda, aún, cada vez que te veo. Así, empalidezco si el corazón requiere palpitar con más fuerza para volver a vibrar en son del tuyo. A ver quién tiene agallas de explicárselo: a nuestras vidas no las circunscribe ya la misma frecuencia.










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