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Mostrando entradas de abril, 2021

Deseos que las fugaces no pueden cumplir

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Lloré hasta que me dolió más la cabeza que el corazón. Bailé con otros el vals que siempre tarareabas. Sabes bien que la sucursal de mi corazón pendió del tuyo (y no te hablo de dependencia, porque los hilos rojos en esencia penden), y yo me prendí de la llama insaciable de un amor que no me pertenecía por ser de ti. Quizá esto explique que necesitara aferrarme a sinónimos por haber perdido la noción del significado al irte tú. Ahora me preguntan bocas con dientes de más (pues nunca contaron con tu valentía en caída libre hacia abismos de mi ausencia) por aquel que llevo tatuado bajo la piel y, aun así, sigue destacando más que mis propias cicatrices. He de admitirlo: soy lo que él hizo de mí, soy su producto y, a la vez, lo que se dio y ya no se quita. Soy independiente en cuanto a la vida que propició la mía cuando yo no la quería. Ahora la quiero, y a su recuerdo, aunque a él lo desconozca en presente. No obstante, pretendo que nunca olvide que su lenguaje no verbal sigue diciéndome...

Anatomía

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Sus dactilares se fundían con todas las puntas de rueca que pudieran suponer un descanso temporal de la jaula que la encarcelaba, y a la que le habían enseñado de pequeña a nombrar como "corazón". Había en sus manos asperezas derivadas de su resistencia a las caídas, desde el suelo, porque con esa perspectiva se le permitía enaltecer un mundo que, a su parecer, siempre se le había quedado demasiado grande a sus sueños. Eran sus brazos plantas trepadoras en dirección a mi penuria, y sus hombros más que un pañuelo sobre el que depositar el llanto (pues tenía unos omoplatos capaces de soportar el peso de miles de noches en vela). Había aprendido a maquillarse las ojeras, no por cuestiones estéticas, sino como escudo frente a miradas indiscretas. Pero lo que mejor maquillaba era una vida sin amor más allá del deseo de quien veía en todo esto meras fracciones de un cuerpo, que contenía el secreto mejor encubierto: su alma. Sus ojos eran solo las ventanas, y yo la rama que las toca...