Cuídate

El cielo azul y despejado de las primeras veces. No lo conocí hasta no conocerme primero; darme las ganas más que la oportunidad, la esperanza más que las ansias. Darme todo lo que otros me habían quitado, y reconstruirme pulida de los arañazos de ellos hasta alcanzar la cima como un árbol (porque pulirme a diamante siempre había sido la opción fácil, y con otros prefería hacerme la difícil). Mudaba las hojas cada otoño y me mudaba de mundo al de los ojos más bonitos siempre, y nunca a los que mejor me miraran. Quizá nunca quise que me vieran. Quizá invisible era más fácil meter la pata sin que nadie quisiera pisármela en el intento, y frustrar mi apuro por caer en algo que no fueran los viejos vicios. Y el amor. El sol cálido, nunca abrasador de finales de verano. La piel dorada y el corazón frenético tras el abandono de un viejo recuerdo que aún era reciente aunque no pudiera permitirme verlo así. Lo que sucedía en el estío siempre resultaba lejano al llegar el otoño; como quien pasa...