Los latidos que contuve disimulando que me mirabas




Nunca he sido de esas que se desangran de amor por otros ni hacen transacciones para salvar vidas de corazones dormidos. Nunca he sido de las que te lloran que vuelvas las lágrimas que contuvieron cada día a tu lado (y que, por tanto, provocaste tú). No he sabido besarte las heridas porque tengo vértigo a la caída, y he volado demasiado alto para retroceder arrodillándome a tus pies. Nunca fui la que te enseñó la mejilla derecha para que le escupieras la izquierda en cuanto miraba a otros. Nunca fui la que te lo pidió, nunca la que lo demostró, pero sí la que realmente esperaba que te quedaras. Ahora te escribo en Morse por si sigues ciego de amor por otra. Ahora vivo en un ayer constante que es escéptico de futuros sin ti. Él, no yo; que yo no te echo de menos.

He escrito este poema sin pensar en nadie que no sea yo misma. Y lo más triste de todo es que sé que te encontraré al girar la página; justo en esa esquina que corta y hace herida. Pero todavía no sé quién es mi musa para estas letras; siempre me entendí mejor con la tinta, que me mancha y deja huella o constancia del crimen cometido. Ellos nunca supieron hacerlo así. Y yo nunca fui víctima; solo la pista que deriva a mi corazón. Me he desentendido de él desde que he asumido que la tinta ahuyenta las lágrimas; el tinto, el dolor. Que ahuyentar no supone asustarles hasta el miedo; que regresan cuando dejo de derramar líquidos (cualesquiera que sean los orificios que me delatan). No sé de vicios, pero apuesto que los casinos jamás entenderán que no es el bolsillo lo que sientes vacío. Pues nunca importó el destinatario, todos ellos me echaron de menos algún día. Desde luego, algún día es hoy cuando la vida te la para un parpadeo. Seguro que me entienden. Porque yo lo aprendí cuando hube cometido el error; todo un Máster en niñas del amor. Y que aún lo extraño. Y que este poema no es por él.

Al final, todo principio deriva a un medio que me recuerda por qué no me puedo sentir completa. Que si se me van las musas, preparo la maleta y me mudo de bruces al olvido. Que soy porque las he sentido; porque en el momento, retuve un latido. Porque lo contuve hasta el día de hoy. Por eso mismo escribo.



Ya no celebro los cincos de septiembre. Pero aquí te va, estrellita.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Recitando en la cuerda floja

Un sueño en la chistera