La M-31

Tenía varios nudos en la espalda y uno inmenso en la garganta mientras yo usaba aquello como excusa para arrastrar los dactilares sobre cada lunar que adornaba su espalda. Definitivamente, quien les dio nombre no entendía que eran solo estrellas, pues la verdadera luna se escondía en lo celestial de su mirada. Mi madre siempre me había dicho que yo era una niña de la luna, y aún no recuerdo otro lugar al que denominar hogar más allá de sus ojos. Le llamaba "cielo", pero con una significación mucho más profunda que la de todos aquellos que quisieron seguir nuestros pasos sin nunca contar con nuestros zapatos (por no hablar de sus ansias por alcanzar la meta). Quien sepa de astrología entenderá cuando digo que mi Mercurio ahora se niega a hablar otros lenguajes de amor que no correspondan con sus inquietudes, y que mi Venus sigue rondando en torno a él (muy a pesar de lo que aleguen los astrónomos). Ahora sé que eras escéptico a mis creencias y tú, más cabeza que corazón, más d...