De cuando el caos se abrazó al orden
Se enamoró de mi libertad. De cuando me contemplaba sonreír entre otros brazos y abrazarme a la decadencia con cada trago. De la ausencia de reloj en mi muñeca, mis mejillas infladas de felicidad y el amor que surcaba mis ojos cuando hablaba de mí misma. Se enamoró de que fuera independiente como la misma nieve, que solo se derrite ante el sol si este antes la acaricia con persistencia. De que fuera la gata que se acurruca entre otros brazos, pero regresa a los tuyos cada noche si le ofreces un poco de pan. De que me llevara la mano a la boca cuando algo en otros me incomodaba, sin mostrar atisbo alguno de vergüenza por mis demostraciones emocionales en público. Se enamoró de que nunca lo viera, de que pudiera pasar por alto sus defectos a raíz de mi indiferencia. Y cuando lo observé de vuelta, no supo qué hacer.
Y yo me enamoré de que me venerara con fingida paciencia, de que entre todas esas penitencias de muerte contenidas en mis suspiros, se quedara con la sonrisa poco creíble de después. Me enamoré de que, aun viéndome, decidiera pasar por alto aquellos defectos que más relucían, como quien se tapa del sol con un paraguas; como si este no prosiguiera refulgiendo a través de la tela. Porque hizo de mi piel un pergamino para una poesía que jamás aprendería a escribir, solo si así yo me prestaba a ser su musa. Y yo quise posar indiferente cuando al tomarme el pulso la vez siguiente, comprendí que me encontraba al borde del infarto, y temí que él volviera a recostarse sobre mi pecho (por si también lo sentía). Porque me enamoré de que también se enamorara de todo aquello que no veía (y eran mis defectos), al pasarlo conscientemente por alto. Y quién me diría a mí que, a la luz del mediodía, otra noche acaecería. La que envuelve al corazón cuando no eres correspondida.
Porque él se enamoró de mi sonrisa, y yo lo amé llorando. Porque sigo derramando versos cada vez que hablo, si me ha dejado pletórica de poesía desde que me derramé en su abecedario. Y ahora comprendo que al Amor, le sigue el Olvido en cualquier diccionario que respete su orden lógico. Que mi libertad caótica podría haberse antepuesto a su lógica, también a su olvido, acondicionando el amor a su gusto, y colocándolo detrás. Para que el amor prevaleciera a pesar de que intentara olvidarme. Porque él se enamoró de la versión de mí que jamás lo correspondería, y cuando por fin lo hice, olvidó qué venía después. Y se marchó sin sentir que lo hacía; sin recordar que me quiso una vez.
Quizá nunca pude pretender hacer arte de quien respetaba las normas, porque no lo habría entendido. El orden nunca comprendió de amor cuando se me descolocó el corazón, y este quedó hecho estalactita. Amenazando con caer, frío como el hielo y quebrar el suelo. Amenazando con quebrar mis paredes si me volvías a abrazar de nuevo, aunque solo fuera en sueños.
Cada escrito tuyo conmueve 😌 amemos todo cuanto es uno
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