Límites




Tenía una mirada cristalina y de ella, aquella noche, brotaban lágrimas que no se conformaban solo con caer. Ella quería hacer historia, y yo, hacer de la nuestra una anécdota mejor.

Todavía me faltaba comprender cómo lo haría para explicarles a mis futuros niños qué era el amor el día en que me preguntaran. Y a partir de aquel preciso instante y de todo lo que habíamos vivido juntas, quise poder articular una bonita metáfora que lo resumiera en breves palabras.

La definición de amor, pues, no podía admitir distinciones entre géneros. Y yo entendía de un amor que comprendía que las segundas oportunidades son la base fundamental de todo gran comienzo, de un sentimiento que florecía cuando aún no eras capaz de apreciarlo y que, lamentablemente, comenzabas a percibir una vez se había marchado. Un pálpito incesable que no entendía de conjugaciones, que se centraba en el recorrido histórico y no en los fallos, que nunca aparecería en los libros de texto que leían en clase (porque estos no entienden de poesía).

A fin de cuentas, amor y poesía se retroalimentan como lo hacen el fallo y la oportunidad. Tal vez, es necesario añadir, no sean tan distintos. Por ello, tras haberle dado muchas vueltas, llegué a una conclusión.

El día en que mis futuros niños me preguntaran qué es el amor, simplemente contestaría: "no sé. Descúbrelo".




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