Agápe
Desde que te fuiste, hay días en que no sé cómo sentirme. Mis manos acarician los cristales y mis labios se resecan, motivados por la ausencia de los tuyos. Tiendo a encerrarme dentro de mí misma, y cuando me pregunta algún que otro amigo por mi día, me resigno a responder: “bien, como siempre”.
Hoy no. Hoy me siento mal y lo acepto. Lo admito. Y si me preguntan, puede que por costumbre recurra a la frase de siempre, pero me autocorregiré y diré que mi día no iba como esperaba. No, porque en mis pensamientos, tú ibas a formar parte de él, y ya no estás.
Ha sido un verano lleno de emociones y experiencias, y siempre serás lo que lo hizo mejor. Fue un otoño agridulce, triste y feliz a partes iguales. Disfrutaba de la alegría cuando tú me abrazabas, cuando acariciabas mi rostro y me sostenías la cabeza por el mentón. En todo momento supe que acabaría, que nos consumiríamos. Vi la llama, cielo. La vi y no la supe apagar. La vi cuando tú estabas demasiado ocupado contemplándome y no reparabas en nada más.
Nuestro amor no sobrevivió al invierno, responderé a quien me pregunte. No se puede pedir al fuego que queme el glaciar, porque terminará por reducirse a cenizas. Nosotros, ni eso. Siempre nos gustaron demasiado el viento y la libertad como para dejar pruebas del delito; siempre fuimos demasiado perspicaces para dejar rastro. Hoy no queda cicatriz, solo el mal sabor de boca de aquello que se tuvo y que no se pudo conservar a pesar de todos los intentos. Hoy queda el suspiro de quien lo ha intentado todo y no ha logrado nada.
Pequeño Capricornio, nuestros horóscopos encajaban demasiado bien como para que llegáramos a más que explosión. Tan pasionales, tan temperamentales, tan austeros al mundo que nos rodeaba. Virgo y Capricornio tenía que ser la pareja ideal, estaba escrito en las estrellas. No te equivocabas cuando me echaste en cara creer en la astrología. Esta te la guardo: me has ganado en lo único en lo que deberías haber perdido por simple cortesía.
Tenía todas las de perder, ¿verdad? Desde el momento uno: desde que estiré de la soga para descubrir de dónde venía el flechazo y me topé con tu sonrisa. Y todos estaban alrededor y nos vieron nacer, pero ninguno se dio cuenta. Y tú eras para mí y yo era para ti. Y éramos juntos. Desde entonces, cada vez que alguien me pregunta cómo me siento, vacilo antes de contestar “incompleta”.
Te quiero. Y te echaré de menos. Pero asumo la derrota y me como los restos de un amor que me cargo a la espalda. Yo cuidaré de él hasta que se encuentre en su lecho de muerte.
Agápe es un término griego que hace referencia a un amor incondicional y reflexivo. Cuando sientes algo así, algo en ti cambia para siempre. Considero necesario incluir este poema como el primero en este apartado, pues nos introduce lo que se va a tratar en el mismo.
Es el primer escrito que publicaré en el blog en honor a lo que llegué a sentir por el llamado "Chico Misterio" en un poema que colgaré más adelante.
Adentraos.
Descubrid mi mundo.
Wooow
ResponderEliminarTodavía no he llorado, pero me has hecho recorrer recuerdos que pensaba que no estaban ahí