Tacenda




Hoy me he despertado como de un sueño. Sentía que alguien me gritaba al oído las mismas palabras constantemente: “pero limpiar otras habitaciones y ver tu jodido polvo me ha hecho querer volver a respirar”.

Adivina, adivinanza.
Bingo.
Se trataba de mí.

Imagino que mi malicia ha sido la encargada de hacer uso de la palabra “polvo” con doble connotación. Sobra decir que me dueles, porque este escrito no es más que otra excusa para llegar a ti. Ya lo sabes. Lo sé yo.

Tú y yo íbamos a ser Bonnie y Clyde, siendo nuestro amor el mayor delito. Íbamos a acariciarnos las penas y a abrazarnos las alegrías. Rendiríamos culto a la luna cuando los demás durmieran y compartiríamos copa, también ropa, y ¿por qué no cama?

Íbamos a ser ese vagón de tren en el que murió el hermano de la Pequeña Ladrona de Libros. Encarnábamos el final que Van Houten nunca se atrevió a escribir, quizá por saber que las conclusiones de las mejores historias no se relatan por miedo a cerrar el ciclo. Por medio de besos y caricias, íbamos a ser una balada de Kousei (la última que compuso para Kaori). Seríamos Hachiko esperando en la estación hasta el día de su muerte a su dueño, buscando excusas en aquella parada de villavesa para quedarnos cinco minutos más. O toda una vida.

En fin.
Íbamos a ser.
Y ya no.

Cuídate, por favor.




"Tacenda" es una palabra que hace referencia a las cosas que es mejor mantener en secreto, "los sentimientos que no deben ser expresados". Es el título que más considero que se adapta a esta dedicatoria.











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