2019
2019 ha sido un año lleno de sorpresas. A estas alturas, poco recuerdo de la persona que era cuando empezó, y mucho menos comprendo la que soy ahora. Siento que en tan solo un año he cambiado muchísimo más, y mucho más deprisa, que durante el resto de mi vida.
Si bien comenzaba 2019 remarcando los cambios que había llevado a cabo durante el 2018, considero más importante rememorar todo lo que haya podido suceder en el transcurso de este año en esta ocasión.
Superé una depresión, acepté que mi primer amor no iba a volver, me deshice de amistades tóxicas, suprimí comportamientos nocivos míos que podían afectar a quienes me rodeaban, cambié mi estilo de vida, mi forma de ver las cosas y mi entendimiento de las acciones de los demás. Ya no doy tanta importancia a cuestiones como la lealtad o la moralidad de los actos de la gente, pues no me incumbe. He aprendido a quererme y a estar a gusto conmigo misma, sin importar quién, cuándo, cómo ni dónde.
La "sin moraleja" ha salido del caparazón, y ahora entiende que su historia es válida; que, al fin y al cabo, somos mucho más que lo que los demás piensan de nosotros. No somos la marca que dejamos, sino los sentimientos que nos llevaron a pisar fuerte. Ya no "cumplo corazones rotos", ya no duele. Y si sonrío, no te diré el motivo; no lo hay. Simplemente, soy feliz.
He entendido que la vida no es que siga después de la tormenta, es que directamente no cesa nunca. No puedes quedarte estancado en el tiempo porque haya gente que te quiera derribar. Quien bien te quiere, no te hace llorar. Quien bien te quiere, te coge de la mano y, estableciendo un vínculo emocional, da paso a las palabras, que son estrictamente necesarias a la hora de formar un nexo estable, y que no serán otras que: cuando quieras, retomamos el camino.
Hay personas incendio y personas ceniza. Evita a estas primeras. El incendio te abrasa y te reduce a ser una de las segundas. Si has vivido y experimentado lo suficiente, lo más probable es que ya pertenezcas al segundo grupo. La ceniza entiende del dolor, pues ha sido consumida anteriormente; es por eso que no necesita devolverlo. Y yo, que soy una maniática del horóscopo, Virgo como no habíais conocido antes, testaruda hasta decir basta (signo de tierra tenía que ser), he entendido que el destino no es más que falacias. Si tú forjas tu suerte, ¿a qué estás esperando? Levanta tus ruinas y tórnalas monumento histórico.
He echado de menos como nunca antes. He extrañado lo que tuve y no valoré, de lo que me desprendí mediante la equivocación. Pero no he dado marcha atrás, porque sentirse culpable es, también, parte de la vida. Hay que perder para aprender y valorar el arte de ganar. Y he querido a quien me quiere, valorado a quien siempre había estado y en quien nunca me atreví a confiar. He superado miedos, he asimilado que el medio no siempre lleva al fin. Que no puedes estructurar tu vida a base de medios, porque terminarán por ceder. Que los medios son la excusa favorita para destruirte de las personas incendio, y que no los queremos. Y tampoco a ellas.
Llegados a este punto de la partida, exijo un 2020 sin "peros". No creeré ni en la mentira, ni mucho menos recurriré al autoengaño. Lo que ves es lo que hay y, si no te gusta, no cierres los ojos: tira para adelante, que siempre habrá alguien esperándote para ayudarte con el problema de las heridas. La cicatriz sigue siendo experiencia. Y, tal vez, algún día logremos comprender que el propósito de un nuevo año debería ser dejar atrás todo lo que hirió durante el anterior. Mientras tanto, abre la botella, amigo, que tenemos unas cuantas historias que rememorar.
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