Anagapesis
Habría puesto la mano en el fuego por ti, pero me tomaste del brazo y me arrastraste a tu infierno. Te presentaste como un alma condenada más, fingiendo un papel que no te representa: tú siempre has sido la cadena. Quise creerte y me forcé a cerrar los ojos para hacerlo, yo, que siempre había sido la niña curiosa con dificultades a la hora de dormir. Más insomnio que legañas, y más sueño que ganas de conciliarlo.
A día de hoy, tengo un trauma inscrito a tu nombre. Pero a ti ya no te tengo, si acaso alguna vez lo hice. Y siguen concibiéndote quienes no te conocen como la máscara que portas: bondad. Mas, eres la daga que sigue clavada en la fe ciega de quien quiso adentrarse en un mundo que no le correspondía, el tuyo. Y la venda en los ojos sigue sin cobijar mis heridas para que encuentren consuelo de una vez por todas y olviden que fuiste tú quien nos arrastraste. Al desprecio.
Sabes bien que siempre tiendo una mano a quien más la necesita, y que atiendo a los demás como nunca lo hice conmigo cuando te necesitaba. Que eras agua y quisiste ser desierto, pero no te lo reprocho si con la boca seca saboreo tus mentiras con menos voracidad, porque ya ni así logras engañarme. Que frunzo el ceño y estrujo los sueños que quisieron darte vida, partiendo de un corazón carente de ella. Si respiras y contaminas más que esas fábricas contra las que luchan los pactos medioambientales, nociva.
Si entre copa y copa, la verdad asoma, y es un espejo. Pues me veo y no te reconozco en el brillo de mis ojos. Y si esa amistad quiso acabar conmigo, una cosa le digo: que si confiesas "un placer desconocerte", el placer va a ser mío.
Comentarios
Publicar un comentario