Apatía crónica





Hoy no me apetece. Te diría que te echo de menos, que he dejado a medias cien mil borradores por miedo a terminar algo que puedas leer, que la vida es ambigua pero tú y yo somos uno. Pero es que, de verdad, no me apetece. Llevo unos días sentándome frente a esta pantalla que vislumbra rutinariamente mis emociones, que me entiende mucho mejor que tú, y sin siquiera esforzarse. El reconocimiento facial transcribe, desde ayer, que no me reconoce. Que no miro igual. Que ya no me brillan los ojos.

Entiéndelo. Tenía que comenzar esta despedida con una breve explicación que haga más leve el golpe que se viene ahora. Ya está. Te estoy dejando de querer. Lo descubrí ayer, cuando no pensé en ti hasta que me he despertado hoy, y mi rutina somnolienta ha hecho que me visites, siempre por la noche. No podía ser de otra manera. Tú y yo nos veíamos mejor a oscuras, pudiendo desplazar cualquier sentido que no nos hiciera falta, para sentirnos solo en la denotación primaria de la palabra. Mis amigos ya no me preguntan por ti, y es normal: te hemos desgastado el nombre estos últimos meses. Nos hemos cansado de recordarte, si ya no ofreces nuevos estímulos que satisfagan nuestras ansias de novedad. Tal vez tuvieran razón, y no diste tanto mi poesía de la desazón que extraigo de la realidad. Me habré visto sumida en el simple conglomerado de lo común; sumida en banalidad y apatía.

El problema reside en que quise quererte: en que me esforcé tanto que me quedé sin fuerzas para más. Y ahora que ya no estás, me arden las ganas de tirarlo todo por la borda y no sentir que formaste parte de mi historia algún día. Simplemente, este vacío al que me evoca el recuerdo me hace dudar de la situación al completo. Es que no puedo entender que tú ya no configures un fragmento esencial de mi vida, si lo fuiste todo. No comprendo, si tú eras parte de mí, que ya no existas y yo aún permanezca aquí. Lejos de lo que fuimos. Sinceramente, tengo una disonancia cognitiva increíble, y me siento como el fumador cuyo vicio no es fumar, sino morir de cáncer de pulmón. Y lo anterior se trata de un simple pretexto.

También yo soy así, cuando me sumerjo en mi angustia por sentir que estoy perdiendo la parte de mí que aún te quería, y te culpo a ti de esto.




Comentarios

Entradas populares de este blog

Recitando en la cuerda floja

Los latidos que contuve disimulando que me mirabas

Un sueño en la chistera